CRÓNICA POR ENTREGAS

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(DESPUÉS DE LAS 21 HS.)

martes, 16 de noviembre de 2010

Una familia tipo (tipo ensamblada...) (2da parte)

Cerca del mediodía, fui con Ariel a comprar bizcochos a la panadería de la esquina. A nuestro regreso, nos encontramos con la vecina de la casa de al lado, que no tuvo reparo alguno en cortarnos el paso para ponerse a socializar con nosotros.


-Así que ustedes son los nuevos vecinos- dijo, tratando de sacarnos conversación.


Quienes me conocen bien -y aún así, me siguen queriendo- suelen decir que, por lo general, hasta Marcel Marceau es más locuaz que yo. No obstante, en aquel momento me pareció prudente cumplir con los ritos de la cortesía barrial, así que detuve mi andar y aproveché para presentarme. La mujer hizo lo mismo y luego extendió su mano hacia Ariel para acariciarle la cabeza.


-Y este chico tan lindo, ¿es suyo?- preguntó, tratando de ganarse la simpatía de su flamante vecinito, sin saber que su flamante vecinito odiaba los gestos melifluos de la gente desconocida que intentaba ganarse su simpatía.


-Sí, es mi hijo- contesté, y me descubrí posando mi mano en su hombro derecho, en una clásica actitud de orgullo paterno, como si los rasgos de Ariel realmente hubiesen derivado de mis propios genes.


-Pero no es parecido a usted- acotó candorosamente la mujer, disolviendo mi acceso de orgullo paterno con la mayor brutalidad.


Entonces Ariel puso su mejor cara de angelito inocente y, con una ironía que sólo yo podía captar, explicó:


-Es que yo salí a mi mamá, señora.


Acto seguido, el muy pícaro me sacó la bolsita de la mano, dijo "dame que yo llevo los bizcochos", se despidió de la mujer con suma cordialidad y se borró olímpicamente de la escena (¡ah, las ventajas de ser niño!). Intenté imitar sus pasos, pero mi vecina hizo caso omiso a mis elocuentes movimientos corporales y permaneció interpuesta en mi camino, lo más campante.


-¡Pero que chico tan amable!- dijo, parapetada detrás de su escoba. -¡Es tan lindo ver a un niño educado! ¡Lástima que ahora sea tan raro encontrar uno! Bah, y gente grande educada tampoco hay. La gente ya no sabe lo que es el respeto. Usted vio, las cosas que pasan hoy en día en este país. Es todo una cuestión de falta de educación. Y eso no es culpa de la escuela, solamente, no señor. La familia tiene mucho que ver. Lo que pasa es que, claro, con tantas separaciones, tantos divorcios... eso trae consecuencias, ¿no le parece?.


Odio debatir temas polémicos con desconocidos en un contexto inapropiado, sobre todo si intuyo que la otra persona es de esas que no profesan gran simpatía por los disensos, y mucho menos si sé que voy a tener que seguir viéndola casi a diario por bastante tiempo. De manera que me limité a decir "Y sí...", por decir algo, mientras me esforzaba por avanzar gradualmente por el hueco que había quedado entre la escoba y la pared. Pero la mujer marcaba mejor que Mascherano y, con un movimiento de su brazo derecho, tan leve como efectivo, cerró la brecha que había dejado descuidada.


-Justamente, la pareja que vivía ahí antes que ustedes se separó -arremetió. -Aunque, le digo la verdad, ni siquiera estaban casados. Y claro, ¿qué compromiso puede haber ahí? Creen que es todo chacota y en cuantito hay un problema se separan. ¿Qué ejemplo se le puede dar a los hijos así? Porque el drama es cuando hay chicos. Dirán lo que quieran, pero cuando los padres se separan, los chicos quedan siempre a la buena de Dios, pobrecitos. Un niño necesita a su papá y a su mamá, pero juntos. Porque después la madre podrá rehacer su vida, conseguirse un novio y solucionar su problema, sí, pero ¿y los hijos? ¿Qué pasa con los hijos, eh? ¿Me va a decir que el nuevo marido se va a preocupar por la pobre criatura igual que si fuera el padre?


Supongo que para poder respirar, la mujer detuvo su discurso un instante, el tiempo suficiente como para que yo pensara que quizás era ella la razón de que el alquiler del interno estuviera tan barato.


-Esos chicos crecen llenos de conflictos y traumas. ¿Cómo va a pretender uno que cuando sean grandes se comporten con respeto y educación? Y bueno, ya ve, así nos va, ése es el país que tenemos. En fin... Ustedes, ¿hace mucho que están casados?


Justo en ese momento, cuando ya estaba sintiendo bajo mis pies el crepitar de las hogueras de la Inquisición, Ariel asomó su cabecita por la puerta de nuestra flamante casa y me pegó el grito para avisarme que ya estaba listo el almuerzo.


-¡Qué notable!- dijo mi vecina, entre divertida y extrañada, mientras yo me aprestaba ansioso a gambetear su escoba -su hijo lo llama a usted por el nombre.


Definitivamente, no era la ocasión más apropiada para ponerse a dar explicaciones.


-Sí -comenté -es una costumbre ... familiar, se podría decir.


Después, sin darle tiempo a réplica, me despedí de ella con premura y me zambullí en el hueco de la puerta como si estuviera anotando un try para Los Pumas en la final del Mundial de rugby.


-¿Qué te decía la señora?- preguntó Ariel, mientras recorríamos el largo pasillo.


Bajando al máximo el tono de mi voz, como quien revela un secreto inconfesable, le expliqué:


-Shhh, no digas nada, pero parece que mamá y yo estamos destruyendo la Argentina.


FIN
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ALGO ASÍ COMO UN EPÍLOGO


Disfruté muchísimo escribiendo esta historia. Una historia innegablemente autobiográfica, aun cuando los hechos en ella evocados se presenten levemente distorsionados por la lente del humor zumbón que recorre sus páginas. Una historia que me permitió reencontrarme con la faceta más lúdica de la tarea de escribir. Una historia mediante la cual busqué dejar testimonio de ciertas vivencias e impresiones propias de una etapa fundamental -y fundacional- de mi vida. Una historia que -tal vez y ojalá- pueda servirle de algo a otros. A padres o a hijos, biológicos o no.


También disfruté muchísimo esta maravillosa experiencia de compartir la historia con ustedes mediante esta vía tan poco convencional, al menos para quienes fuimos criados bajo el imperio de los textos impresos en papel. Escribir es una actividad eminentemente solitaria; por lo tanto la posibilidad de ir sintiendo la respuesta del público a medida que avanzaban los capítulos ha sido una aventura fascinante. Así que gracias, infinitas gracias a todos los lectores, sin cuya presencia y permanencia este juego compartido no habría sido posible.


Cuesta despedirse después de estos tres meses. Todavía no terminé de escribir estas líneas y ya siento nostalgia por tener que abandonar esta gozosa rutina de los martes y jueves. Parece que del otro lado pasa lo mismo: ya hay quienes, para prevenir un posible síndrome de abstinencia, me están pidiendo que escriba "Algo así como un abuelo". Sucede que "Ariel" tiene ahora 27 años y pronto va a ser papá. Quién les dice, tal vez en un futuro no muy lejano nos reencontremos, ustedes y yo, en una crónica que recree las andanzas de mi nieto.


Por el momento, chau a todos. Fue un gustazo. De veras.






5 comentarios:

  1. Te quiero mucho viejo... y se que vas a ser "EL" abuelo. Gracias por estar y mostrarme junto a madre cuales son las cosas que en serio importan. Te quiero mucho...Ariel?

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  2. "Lo que pasa es que, claro, con tantas separaciones, tantos divorcios... eso trae consecuencias, ¿no le parece?"

    HOLA QUÉ TAL, ACÁ DESDE EL OTRO LADO DEL CHARCO TE MANDA UN ABRAZO GRANDE UNA CONSECUENCIA CON PATAS!
    TE QUIERO MUCHO ALFREDO!
    UN ABRAZO!
    PAULA

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  3. ¡Me encantó! Espero algún día enterarme de otra crónica virtual de Alfredo, que es una luz salvadora entre tanta basura virtual! Jajaj

    Enserio, me encantó la crónica y no dejé de reírme sola frente a este cubo con cosas como "vástago de meretriz"o "hipopótamo en trance de electrocución". Sublime.

    Un abrazo!

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  4. muy muy buena anécdota en palabras! me encantó

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  5. Me encanto! Lo lei en menos de 2 horas entero... Me partí de risa con la anécdota del diccionario...ja, ja...
    Irina Cervi

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