CRÓNICA POR ENTREGAS

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martes, 26 de octubre de 2010

12- Padre, tutor o encargado

La semana anterior al comienzo del año escolar, Ariel me formuló un pedido muy significativo: quería que fuera yo quien lo llevara a la escuela el primer día de clases.

Por supuesto, acepté con sumo gusto. De modo que un lunes de marzo debuté en estas lides, embargado por dos sensaciones contrapuestas: por un lado, el orgullo de haber sido elegido para esa misión; por el otro, la culpa de dejarlo abandonado a su suerte en las garras de la educación sistemática. (En honor a la verdad, habrá que señalar que no lo acompañé hasta la puerta misma de la escuela, sino sólo hasta la esquina. Tal como se encargó de explicarme el propio Ariel, poniendo límites precisos a mi actuación, no era cuestión de que sus compañeros pensaran que en su casa lo trataban como a un nenito al que todavía no lo dejaban ir solo).

Pero Ariel no se conformó con el simbólico gesto de mi acompañamiento inicial. Dos días después se encargó de notificarme entusiasmado que quería que yo registrara mi firma en el cuaderno de comunicaciones como "padre, tutor o encargado". Gratamente sorprendido pero también con algunas reservas, miré a Marcela en busca de asesoramiento. Marcela alzó sus hombros y, con su mejor sonrisa, puso una inefable cara de "ah, no sé, vos generaste esto; ahora hacete cargo y arreglalo". Como legalista empedernido que soy, pensé de inmediato en las posibles complicaciones que podría traer aparejadas el hecho de inmiscuirme en asuntos en los cuales, para la fría letra de la ley, yo no tenía arte ni parte. Pero también pensé que contestar, lisa y llanamente, "no, Ariel, no puedo hacerlo porque no soy tu padre", además del evidente aroma a telenovela mexicana que hubiese destilado semejante frase, era una actitud muy inadecuada para infligírsela a un chico de casi nueve años que, justamente, estaba clamando por tener un papá de uso doméstico y cotidiano. Así que, para salir del paso, opté por una respuesta ambigua con la cual ni quedé (del todo) comprometido, ni decepcioné (del todo) a Ariel. Le dije que, si en la escuela no hacían problema, aceptaría encantado.

Esa noche, sin embargo, luego de analizar la situación con Marcela, decidimos dar curso al pedido de Ariel sin consultarlo con la escuela. Al fin y al cabo, sólo se trataba de acusar recibo de las notas que mandaba la maestra, no de autorizar al chico a enrolarse en la Legión Extranjera. Además, coincidimos en que para Ariel sería muy importante que. al menos en ciertos aspectos, mi relación con él quedara debidamente documentada en algún ámbito "oficial" .

De manera que, a la mañana siguiente, mientras desayunábamos, Marcela le comunicó a Ariel la decisión tomada y, en una sencilla pero emotiva ceremonia, llevé a cabo el ritual de escribir mis datos y registrar mi firma en el dichoso cuaderno. Mientras lo hacía, caí en la cuenta de que, después de tantos devaneos semánticos para definir mi rol, estaba transformándome en el "encargado" de Ariel. Lo cual tampoco me convencía para nada, ya que, quizás por haber vivido en edificios de departamentos, la palabra "encargado" me remite automáticamente a pensar en un señor de mameluco azul con un escobillón en la mano.

Contra lo que mi exacerbada imaginación neurótica pudo haber supuesto, ninguna autoridad del Ministerio de Educación me demandó por uso indebido de firma, ni la Dirección de Minoridad y Familia me mandó a buscar con la fuerza pública para hacerme arrestar por ejercicio ilegal de la patria potestad. Es más, ni siquiera me citó la directora de la escuela para ponerme amonestaciones, ni para hacerme escribir cien veces "no debo firmar el cuaderno de un niño si ese niño no es mi hijo".

El único episodio digno de mención que generó mi firma, según nos contó Ariel, fue que, apenas llegó el cuaderno a manos de su flamante maestra, ésta le preguntó por qué el apellido del firmante no coincidía con el suyo, a lo que Ariel, haciendo alarde de una lógica contundente e incontrastable, contestó:

-Es que yo tengo dos papás; uno biológico, y otro que me ayuda con la tarea.

CONTINUARÁ
Próximo capítulo: Padre, tutor o encargado (2da parte)

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